¿Una historia de amor en el infierno? Mi reseña sobre "El tatuador de Auschwitz"
Estamos acostumbrados a ver películas o series de amor en escenarios, situaciones o entornos muy específicos. La novela rosa latinoamericana o el cine romántico de Hollywood tipifican la pareja, el encuentro, el florecimiento de la relación, sus altibajos y el triunfo final de la épica emocional con un cliché particular y constante. Por eso, contar una historia de amor que florece y prevalece en el lugar más horrible del planeta, pareciera producto de un guion escrito y no la historia real que fue. El Tatuador de Auschwitz cuenta una historia de amor en un entorno inimaginable.
Y si, la serie, que corresponde al guion adaptado de la novela de Heather Morris, es la historia de amor de Lale Sokolov y Gita Furman, prisioneros del campo de concentración de Birkenau, cerca de Auschwitz, quienes encontraron en él, la fuerza y motivación para sobrevivir y hacer una vida juntos. Porque "La belleza puede ser encontrada incluso en los lugares más oscuros".
Poco tiempo después de llegar a Birkenau, Lale Sokolov se contagió de tifus y fue tirado a una cuneta dado por muerto, pero Pepan, el hombre que le había tatuado su número de identificación al llegar, le encontró aún con vida y lo cuidó y protegió a escondidas. Pepan, decidió enseñar a Lale su oficio de tatuador y ponerle como su ayudante, salvando su vida ya que esto le dio la oportunidad de acceder a alimentos de forma más regular o no ir a las cámaras de gas de inmediato. La maquinaria de asesinato alemana de los campos era organizada y eficiente. Todo prisionero perdía su identidad al llegar a los campos y era tatuado con un numero en serie que era registrado en una contabilidad demoniaca.
Y así fue como Lale conoció a Gita, la joven judía slovaca que al llegar al campo fue despojada de su ropa, obligada a usar el uniforme de rayas, hacer la fila para ser tatuada por el hombre del que se enamoró apenas vio. “Tus ojos son azules como el cielo” dijo ella mientras Lale aplicaba la aguja en su brazo. Y uno se pregunta: ¿podía ser bello el cielo azul de Auschwitz? ¿Cómo pensar en establecer un vínculo emocional en aquel entorno tan brutal? ¿Quién podría pensar en el cielo en aquel campo de miseria y muerte? ¿Cómo encontrar belleza en aquel lugar? Pues Gita Furnan lo hizo, y esto salvó la vida de ambos.
Lo cierto es que ambos se enamoraron, Lale hizo lo imposible para poder verla, y aprovechando la relativa confianza que ganó de un oficial de bajo rango de las SS, pudo mantener el contacto y la “relación”. Ambos logran sobrevivir a las duras condiciones del campo,y aunque ya al final de la guerra y desmantelados los campos son separados, ambos logran escapar, reencontrarse y hacer una vida juntos. Se casaron, estuvieron juntos casi 50 años y tuvieron un hijo, que hoy les sobrevive. Creo que la directora Tali Shalam-Ezer hizo un buen trabajo, las escenas y paneos del campo, la fotografía y el desarrollo de la historia no tendrán el impacto visual de una lista de Schindler, pero si muestran el horror que se vivió en los campos. La adaptación del guion en los seis episodios conservó la esencia de la novela y la colaboración de Hans Zimmer para componer una evocadora banda sonora es la guinda del pastel. Particularmente disfruté del papel de la actriz polaca Anna Próchniak, quien, a pesar de estar rapada, sin maquillaje y harapienta siempre salía hermosa.
Para aquellos que estamos en Venezuela tal vez ver una serie como esta no sea lo mas recomendable, dada la situación que padecemos, recomiendan ver series mas amenas o anodinas. Yo creo lo contrario, y pienso que el mensaje final de la serie, y del libro de Morris son más pertinentes para aquellos que creemos que la estamos pasando mal, que debemos tirar la toalla y que hay que caer indefectiblemente en un nihilismo anómico. Rescato estas dos frases de la autora: “Estamos rodeados de mierda, pero no debemos ahogarnos en ella “y “La esperanza es la única cosa más fuerte que el miedo”.

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